martes, 2 de octubre de 2012

oxfords




te imagino caminando en tus oxfords. con mucha comodidad, vas recorriendo esas calles que transitas sin apuro, mirando alrededor, escuchando música. pisas esas veredas polvorientas de la ciudad y te preocupa de cierta manera que tus oxfords se ensucien. pero vamos, para qué son los zapatos. el uso implica que les caiga polvo, que la suela se gaste, que el cuero se curta. veo que sigues andando por diferentes caminos, hacia diversos destinos. y me gusta verte, sin que me veas, porque sin que lo notes te estoy mirando. me fijo en tu andar, me percato hasta del sonido de tus zapatitos sobre el suelo. sé que los movimientos de tus pies son armoniosos porque los oxfords te permiten hacer eso. presiento que podrías ir caminando por todas partes con esos zapatos. te gustan. esta mañana te los has calzado y desde que saliste de tu casa, cerraste la puerta y bajaste las escaleras, no te has detenido casi nada. cuando lo has hecho, mientras esperabas para poder seguir tu camino, has mirado al piso para verte los zapatos, desde adentro de ellos has movido los dedos de tus pies, el dedo gordo precisamente, para que se flexione el zapato y apreciarlo dejando notar una leve sonrisa. cuando te has sentado, también has revisado tus oxfords, primero con la mirada, luego con la mano, notaste que un pasador se había desaflojado y lo has amarrado fuerte, dejando caer a los lados los pasadores de manera exacta. como siguiendo un ritual. como si no quisieras que tus oxfords dejen de lucir como nuevos. y claro, esa comodidad con la que andas en esos bellos zapatos, en esos pasos casi de danza con los que te desplazas por la calle, es un pequeño espectáculo que me proporciona un placer exquisito. mientras tu caminas al ritmo de la música que oyes, consigues elaborar una coreografía especial y única, dentro del escenario citadino, que yo no me cansaría de apreciar. y si imagino más, veo que todo el camino que has hecho con los oxfords podrá repetirse una y otra vez, por varios días. entonces, voy a estar atento para encontrarme con el dulce sonido y el cadencioso movimiento de tus oxfords, sin que me veas, cualquier día.

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