sábado, 30 de mayo de 2009

salud Messi

terapia

en la terapia hay dos ejercicios que me han pedido que haga.: el ejercicio uno es simple, no resulta difícil su ejecución, lo malo es que tengo que hacerlo en la calle. el ejercicio dos es más complejo, requiere un mayor esfuerzo y lo bueno es que lo puedo hacer en la oficina.

mi terapeuta me recomienda que haga los ejercicios diariamente y con puntualidad. así que ya me tienen cumpliendo con los ejercicios de mi terapia: hago el uno en la calle, y el dos en la oficina.

¿me das papel?

jueves, 28 de mayo de 2009

esta boca es mía

Un día se cansó de todo y habló fuerte. Dijo: "esta boca es mía" y gritó para que se oyera su voz y se supiera cuánta ira podía tener guardada dentro de sí. Luego del escándalo que hizo y del alboroto ocasionado, su interlocutor dijo "esta mano es mía" y le propinó un tremendo puñete en la mandíbula. Inmediatamente se le quitaron todas las ganas de gritar. Al irse derrotado, caminaba rumbo a la puerta de salida y se cruzó con una mujer desconocida y le dijo: "este pito es mío". Ella lo miró con desprecio y le dijo "este poto no es tuyo".
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qué soez!!

lunes, 25 de mayo de 2009

gando y nica

Gando se llama el hombre. Nica, la mujer. Bailan y cantan en su casa. Nica en realidad es Martina. Pero le dicen Nica por un juego con su nombre. Martina, Martinica, Nica. Gando en realidad es Fernando. Pero le dicen Gando porque le cambiaron el nombre desde niño, le decían "Fregando" en vez de Fernando. Es que era bien fregado, travieso, inquieto, un jodido de mierda.

Ellos viven juntos en esta casa, bailan y cantan a diario. Música alegre y melodiosa. Todas las noches, cuando llegan de trabajar lo hacen. Nica llega primero y espera a que Gando regrese de su trabajo.

Cuando Gando llega, abre la puerta, emite un silbido y grita: "Nica??!!"

Y ella responde emocionada: "Gaaaaaando!!"

Nica... Gando... bailen y canten...

sábado, 23 de mayo de 2009

tapando el hueco - NICHE

el gusto y el placer

con quién tengo el gusto, puedo preguntar. con quién tengo el gusto de conversar, con quién tengo el gusto de tomar un café, una chela o el poder. con quién tengo el gusto de almorzar, de bailar o de trabajar. puedo tener el gusto de comer una empanada de carne, echarle un poco de limón y sacarle la aceituna, acompañándola con un vaso de coca cola helada. y ya con eso, quizás, puedo tener el placer. con quién tengo el placer de hablar. con quién tengo el placer de entrevistarme o de intercambiar opiniones. es más, puedo preguntarme con quién tengo el placer de discutir. con quién tengo el gusto y el placer. ya si voy más allá me puedo preguntar con quién tengo el honor o el privilegio de compartir una charla o una clase, una exposición o una tertulia. con quién.
ahora debo identificar al interlocutor, a quien interactua conmigo y preguntarle si es que también tiene el gusto, el placer y el honor o privilegio. sólo para saber si mi pregunta tiene sentido o si, por el contrario, resulta inútil. la pregunta tendría un mejor destino si la hacemos para averiguar con qué persona efectivamente podríamos sentir gusto o placer de hablar, almorzar o bailar, y con cuál no podemos ni seríamos capaces de experimentar una sensación gustosa o placentera. sería cuestión de hacer una lista o escoger de manera premeditada a las personas que creemos idóneas para que puedan contribuir a esta experiencia.
puede ser una tarea divertida. o quizás es algo loco que pasó por mi cabeza en esta tarde sabatina. pero me gusta la idea. hay muchos verbos.

viernes, 22 de mayo de 2009

derivaciones

no seas boco, le dijeron a la boca.
no seas coco, le dijeron a jorge.
no seas doco, me dijedon.
no seas foco, le dijeron al fluorescente.
no seas goco... esteeeee...
no seas joco... ehhh....
no seas koco... le dijeron a korge.
no seas loco... me dijiste.
no seas moco... verde y pegajoso.
no seas noco... ni tampoco naco.
no seas poco... sé bastante.
no seas qoco... mejor q-co.
no seas roco... sí fredy.
no seas soco... judo.
no seas toco... canto y bailo.
no seas voco... ni tampoco veco.
no seas woco... pues wecón.
no seas yoco... nocía a una chica que se comía las uñas.
no seas zoco... rro...!!!

E.T.C.

En toda casa hay una puerta de ingreso, en toda casa hay unas paredes, unas ventanas y un techo, en toda casa hay unos muebles donde acomodarse, en toda casa hay una mesa y unas sillas para sentarse a comer, en toda casa hay un cuarto con una cama para poder echarse a descansar, en toda casa hay un televisor para poder ver programas de televisión, en toda casa hay un baño para poder asearse, miccionar y evacuar, en toda casa hay un cuarto para lavar la ropa, para plancharla, para guardarla, en toda casa hay un patio donde jugar o donde poner las macetas o donde pueda correr la mascota del hogar. En toda casa o en casi toda casa. Sin embargo, por otro lado, a diferencia de la casa está el caso: ¿En todo caso?. En todo caso, me dijeron. En todo caso qué, me pregunto yo. ¿Qué hay en todo caso?. En todo caso constituye una manera de evadir alguna responsabilidad, me parece. Como cuando dices que en todo caso consultes con otra persona que no soy yo para que te den la respuesta que yo no sé o que no puedo conseguirla porque no está dentro de mi ámbito de competencia o porque simplemente me da flojera averiguar. En todo caso, cuelga el teléfono y no me vuelvas a interrumpir. Algo así quizás. En todo caso llama mañana como a esta hora. En todo caso hay un puerto, un ventano, un paredo, un meso, unos sillos, unos mueblos, unos camos. Me voy a mi caso.

lunes, 18 de mayo de 2009

prisionero del sueño


Anoche he soñado con Jorge Gonzáles. El hecho era que yo estaba en algún concierto o en alguna presentación suya y lo esperaba para pedirle un autógrafo y tomarme una foto. Lo gracioso y contradictorio era que él se negaba, me esquivaba, me trataba de evadir a pesar de que yo era el único que pretendía conseguir acercarse a él y a pesar también de que en el sueño se le veía a Jorge luciendo un mal semblante y un rostro avejentado como debe serlo actualmente y no lucía como en la época de mayor auge del grupo que lideraba en los años ochenta. No parecía ser un artista muy valorado en el tiempo en el que se desarrollaba mi sueño. Y como suele suceder en los sueños, no sé cuál fue el final. Creo yo que el motivo por el cual he soñado con Jorge Gonzáles es porque ayer en la noche sonaba en el carro una canción de Los Prisioneros que se llama “Quieren Dinero”. Hoy seguro soñaré con Miguel Tapia si es que al llegar a mi casa escucho “Por qué no se van” (si tu apellido no es Gonzáles ni Tapia).

las niñas cumplen

Era el cumpleaños de la niña mayor y todas las niñas menores invitadas a la fiesta fueron a su casa para saludarla y divertirse. Todas las niñas menores llegaron muy bien arregladas y vestidas para la ocasión. Jugaban, corrían, saltaban y bailaban al ritmo de la música. La niña mayor estaba feliz con la presencia de las niñas menores y luego de que todas terminaron de comer, las convocó al medio de la sala de su casa. Vino su mamá con una botella de vino en las manos y detrás de ella llegó el papá con las copas. Sirvieron el vino a todas las niñas y brindaron por el onomástico. Salud, salud, se oyeron las voces de todas las niñas. La niña mayor, por ser su cumpleaños, pidió que le sirvieran otra copita más de vino. Y mientras sus amigas la observaban, ella iba tomándose el vino lentamente, porque sabía que era su última copa. No quería que se le terminara el vino y pegaba fuertemente los labios al borde de la copa. Jugaba con ella rozando el vidrio por todo el contorno de su boca y lo golpeteaba ligeramente con sus dientes. En un momento inesperado, de modo repentino, la niña mayor empezó a morder la copa hasta que ésta se rompió. Cuando las niñas menores se dieron cuenta de que tenia pedazos de vidrio en la boca, pegados a sus labios se preocuparon por saber si es que no se había cortado y si no le había salido algo de sangre de la boca. Pero, para sorpresa de todas, no se había cortado, su boca estaba intacta. Entonces, todas las niñas menores se comenzaron a reír estruendosamente. A la niña mayor no le afectó eso, ni se inmutó ante lo sucedido, solamente se limitó a comerse los vidrios rotos de la copa de vino. Hizo unas gárgaras y se los paso con un vaso de chicha que prestamente le trajo su mamá desde la cocina. Las niñas menores se pusieron a bailar y la niña mayor se sentó a mirarlas desde el sillón, sintiendo al poco rato una ligera hemorragia interna que no quiso confesar a sus padres. Era joven, solo tenia que tomar algún medicamento para que se pueda curar las úlceras en el estómago.

sábado, 16 de mayo de 2009

Fuera mierda

es fácil o debería ser fácil decirle adiós. o mejor dicho, botarlo cortésmente. te digo adiós, chau. no nos vemos. te despido, te echo, quiero que te vayas, vete. eso sin tener ningún vínculo contractual o si aún teniéndolo, no te importe. que te valga un carajo y sacar a alguien de tu vista, decirle que no venga más, porque no quieres sentir su presencia en el ambiente ni siquiera tener que mirar su estúpida cara por algún tiempo más. quieres que desaparezca. entonces no lo invitas a retirarse sino le dices simplemente: FUERA MIERDA!!... inventa todo tipo de excusas, justifica razones ilógicas y dale valor a un papel que te sirva de prueba, aunque no tenga ningún sentido y sea totalmente absurdo. invitar a alguien a que se vaya no parece ser algo complicado, porque por más sistemas creados por la humanidad para impedirlo, el comportamiento humano y las decisiones que se adoptan a diario son más fuertes y menos controlables y al parecer ningún conjunto de reglas o de normas pueden evitarlo. y si no lo evitan pues me parece que la sanción tampoco es una recompensa. no se soluciona nada. así que fueramierda no más. no es difícil notar que al señor de plomo no le afecta para nada "fueramierdear" a muchos de los que se presentan ante él para reclamarle. vete carajo, no estoy para ti, por lo tanto fuera mierda. no botes a alguien de manera educada, no sirve de nada. la fueramierdeada es mucho más efectiva, es radical, y claro, el que ejerce su poder de fueramierdear se siente superior, fuerte, invencible. la rigidez de su decisión es tan plena que no hay opción a cuestionarla.
siento de pronto que el maltrato es muy sutil a veces. no tienen que decir nada, no tienen que mirarte feo, simplemente tienen que ignorarte. convertirte en un fantasma, hacer que tu presencia real no se pueda ver, que aparezcas pero que tu existencia no tenga ningún efecto en el mundo circundante. o sea, el silencio, la evasiva, la negación, la elusión. el señor no está. no ha venido. no tiene tiempo, está ocupado, no existe para interactuar con usted, porque usted no existe. no puede verlo porque él no podrá verlo a usted. no podrá hablar con él pues no podrá escucharlo porque usted aquí no tiene voz, lo que diga, lo que piense, lo que crea lógico y justo no vale ni mierda, no importa un carajo. sin que se lo digan puedes sentir la fuerza, la presión, la intención malévola de ignorarte, de desplazarte y empujar tu ego al primer piso o al sótano donde se encuentra el archivo más oculto de todas tus penas y temores. y claro, la bronca que sientes está habitando el segundo o tercer piso de tu humanidad y se muere de ganas de salir, de ocuparse del exterior y simplemente utilizar un "fueramierda" con tanta intensidad, con tanta fuerza, que no sirva para botar, no para despedir, no para echar a alguien de un lugar, sino que te sirva para matar impunemente, que te pueda dar el placer supremo de vengar todo el maltrato silencioso y subrepticio que ha recaído sobre tí. y claro, recién en ese momento, recién ahi, puedas conocer el delicioso olor de la sangre del enemigo.
marco el anexo correspondiente por quinta vez y me contesta otra persona. me canso y bajo al primer piso. miro las caras pero ya sé que no me ven, o no me quieren ver. me invitan a subir al cuarto piso. toco la puerta. ahí están todos riéndose. entonces, corro, presiono el botón del ascensor y espero. voy a bajar otra vez al primer piso. ya estoy yendo de nuevo a buscar a los que me reinventaron como fantasma y aprieto los dos puños al caminar. acelero el paso, esta vez no habrá anexo que no me contesten. fueramierdearé sin piedad. váyase usted con todo cariño y con la venia de su señora madre, de sus queridas y recordadas tías y su inolvidable y cariñosa abuelita a la concha peluda de su reputa madre.
atentamente quedo de usted sin otro particular.
fantasma no seas loco

"y es que no se trata de perjudicarte, amiguito"

viernes, 8 de mayo de 2009

¿ya viste la luna?

- míra, hay luna llena.

- sí, qué genial.

- la luna está alucinante...!!

- no, está "alunizante".

- OK

¡¡Ay Confucio!!

gracias a dlpl por el link, qué tremendo!

limonada

Y donde estés amigo. Te lo digo sinceramente. Donde quiera que estés amigo. Te recuerdo. Porque siempre que iba a visitarte a tu casa, me invitabas un vaso de una limonada deliciosa. Un vaso grande lleno de limonada bien fría. Nada me caía mejor. Siempre te lo agradecía, porque además estaba bien preparada y tenía un sabor riquísimo. En el punto exacto entre el limón, el agua y el azúcar. La proporción precisa. Y obviamente, yo sabía muy bien que tú no la habías preparado, pero siempre me la invitabas como si tú la hubieras hecho. Y cuando ya me encontraba sentado en la sala de tu casa y apenas habíamos empezado a conversar, notabas que ya casi me había terminado de tomar la limonada y tú de la manera más cordial y generosa me ofrecías un segundo vaso y yo bien feliz aceptaba. Tan rica, tan ácida, tan refrescante. La limonada de mi amigo.

Hace mucho tiempo no voy a la casa de mi amigo, pero sé que sigue siendo la misma. Y no sé si un día vaya y lo encuentre y además, haya algo de limonada en la refri de su cocina y él esté dispuesto a invitarme. No sé. Aún hablo con él de vez en cuando, con mucha menos frecuencia que en la época de las limonadas. Y no voy a decir quien es mi amigo porque de repente ustedes van a querer ir a su casa para gorrearle un vasito de limonada helada. Es bien rica, les digo. Qué sabor. Algún día nos volveremos a encontrar, amigo… limonada.

miércoles, 6 de mayo de 2009

imágenes es





sutileza

En este momento ella está parada frente a mí. Yo tengo la cámara encendida y ya le expliqué a ella lo que tiene que hacer. El término que debe marcar su comportamiento es “sutileza”. Todo lo que ella demuestre debe ser muy sutil. Luego, yo seré el que rompa la sutileza. Y tendrá que mirar a la cámara fijamente, siempre. Ella es una chica joven, no es muy alta, mas bien mediana. Está apoyada en la pared blanca que sirve de fondo a la imagen que estoy creando con ella. Viste un polo blanco de mangas cortas y con un cuello “V” que forma un escote, unos blue jeans holgados y zapatillas azules. Ella luce un poco nerviosa por algunos movimientos de sus manos y brazos pero, a la vez, en sus ojos se ve una seguridad que me ayuda a construir bien la escena. Su cabello es largo y rizado, de un color negro que hace un buen contraste con su polo blanco y la pared blanca. Mi intención es que no se reflejen muchos colores. Su piel no es muy blanca, no sé de qué color es, pero me gusta esa indefinición. Sus ojos marrones claros miran fijamente a la cámara tal como se lo he pedido. Ella no habla, solo mira a la cámara y se ríe, a veces. No puede hablar, hasta que yo se lo permita. Su principal acción es mirar y hacer movimientos con sutileza, un poco lentos y pausados, hasta llegar a un ritmo normal, nunca rápidos. Yo voy a tratar de no hablar mucho tampoco para hacer que ella se sienta mejor. Sólo le diré las palabras exactas, las que le indiquen lo que debe hacer frente a mi cámara, que está a dos metros de distancia de ella. No uso reflectores pues con la ventana abierta ingresa a la habitación la luz de la mañana. En esta habitación estamos ella, yo, mi cámara, un par de sillas y nada más.

Empiezo a grabar y ella está mirando fijamente a la cámara, el pelo caído sobre sus hombros, las manos firmes sobre sus piernas. Le pido que, en esa posición, cierre los ojos, luego los abra y sonría. Ella sonríe y yo también. Todo muy lento. Una mirada hacia el techo y poco a poco va bajando la mirada. Su cabeza baja hasta que su barbilla choca con su pecho. El cabello cae y le cubre toda la cara. Ahora lentamente con su mano derecha ella tiene que levantar su cabello y simultáneamente levantar la mirada y mirar a la cámara. Ella lo hace todo bien y se lo digo. Ella no se inmuta, y sigue con la actitud que le pedí para conseguir los movimientos sutiles. Ahora con ambas manos ella toca sus mejillas, va subiéndolas y posa los dedos de sus manos sobre la frente, bajándolos apenas para ponerlos encima de sus cejas. En ese movimiento pausado hace un ademán de taparse los ojos y tras mi indicación descubre para la cámara una mirada pícara que me hace sonreír. Sigue con las manos en la cara y las va bajando hacia las partes laterales de su cuello, las manos se van posando en la nuca y sus codos se sobresalen. Le pido que mire sus codos uno por uno y que despacio suelte sus brazos hasta poner sus manos sobre su cintura y posar con una mirada hacia la ventana, para que la luz se refleje en sus ojos. La dejo unos minutos en esa postura y aprecio la posición de su cuerpo. Un leve viento entra por la ventana, la despeina y hace que su polo se mueva, mostrando su ombligo y pegándose a sus senos. Se suelta la cintura y pone su mano derecha sobre su boca. La mano izquierda la deja suelta y por momentos mueve los dedos golpeteando sobre su muslo. La mano derecha la estira hasta que su dedo medio toca la punta de su nariz. Luego recoge sus dedos y posa el dedo índice sobre su labio inferior, lo roza de lado a lado y lo baja un poco mostrando los dientes. Le pido que detenga su dedo índice sobre la comisura del lado derecho de su boca y que pose la mano izquierda sobre su escote, enganchando uno de sus dedos en esa abertura del polo. Detengo la cámara para traer una de las sillas. Ella descansa un momento de la postura que le he pedido y toma un vaso de agua. Luego de un par de minutos, pongo la silla que traje pegada a la pared y le pido que se siente con las piernas flexionadas y apoyando sus pies sobre la silla y con las manos agarrando sus rodillas. Así lo hace, mira la cámara y sonríe, tras mi indicación. Le pido que pase sus manos por sus piernas hasta llegar a sus pies, muy lentamente. Una vez que sus manos se posaron en sus pies, ella tiene que desajustarse los pasadores de las zapatillas, de modo pausado e intercalando la mirada a la cámara con la mirada hacia la zapatilla que se va a desajustar. Una vez que se desajusto ambos pasadores le pido que baje sus piernas y las ponga sobre el piso. Ella se saca las zapatillas y se queda con las medias blancas puestas. Sentada en la silla le digo que se estire sobre ella, alzando los brazos y alargando las piernas lo más que pueda. Mira a la cámara y emite de manera natural un pequeño bostezo que la hace cerrar los ojos. Le digo que se quede con los ojos cerrados, que no los abra y que se mantenga echada sobre la silla. Así en esa postura, le pido que meta las manos en los bolsillos de su blue jeans, abra los ojos y mire nuevamente a la cámara, reflejando en sus ojos el misterio de lo que guarda en esos bolsillos. Esa acción se realiza lentamente hasta que le pido que saque lo que tiene guardado y saca un chicle de su bolsillo. Sonríe. Se acomoda en la silla, adoptando una postura natural sobre ella, y empieza a quitarle la envoltura al chicle para comérselo. Se lo come y empieza a masticarlo, suavemente, mientras le pido que mire a la cámara y juegue con su cabello. Ella estira su pelo con sus dedos y decide hacerse unas trenzas, sin que yo se lo pida. Se hace las trenzas y al mismo tiempo hace globos con el chicle que come y mira a la cámara. Ha cruzado las piernas y se pone seria cuando ya está terminando de hacerse las trenzas. Ella se está desenvolviendo mejor y aporta ideas para las imágenes que grabo. Le da la vuelta a la silla en la que está sentada y se sienta en ella con el respaldo hacia el frente. Apoya sus brazos entrecruzados sobre el respaldo de la silla y hace un segundo globo con el chicle, luego mira a la cámara y guiña el ojo izquierdo. Ella posa sus dos manos sobre los lados de su cara, las coloca debajo de su mandíbula y deja caer el peso de su cabeza sobre ellas. Mira hacia el techo y baja la mirada lentamente reflejando una actitud pensativa. Se rasca la cabeza y se pone de pie al lado de la silla. Le pido que se siente en el suelo apoyando su brazo en el asiento de la silla, recostando su cabeza sobre el brazo que apoya y mirando hacia abajo por un momento breve. Detengo la cámara por un instante para que descanse. Ella me pide que le enseñe las imágenes que hasta el momento grabé, pero me niego porque le digo que se las mostraré todas al final de la grabación. Ella asiente y retoma su última posición para seguir grabando. Está sentada en el piso al lado de la silla y ahora yo le pido que se siente con las piernas flexionadas y cruzadas. Se toca los pies y lentamente se saca una a una las medias que está usando. Apenas se las quita las lanza lejos del lugar y se ríe coqueteando con la cámara. Sus pies son delgados y finos, sus dedos son chiquitos. Se pone de lado y abraza por las rodillas sus piernas flexionadas, mira a la cámara y le digo que se ponga de pie y se acerque a la cámara y que toque el lente con su mano, muy lentamente. Hace eso con el dedo índice y medio y yo sólo contemplo sus movimientos. Ahora ella está a un metro de la cámara. Hago un plano cerrado de su rostro y le pido que no se mueva y que mire a la cámara sin parpadear, y que poco a poco empiece a abrir la boca, muy lento, simulando que va a gritar, hasta abrirla totalmente. No puede evitar parpadear y al hacerlo se queda con los dos ojos cerrados, entonces aprovecho que ella hace eso para pedirle que ajuste los párpados cerrándolos con fuerza, no queriendo ver lo que hay. Cierra la boca de un solo golpe y se retira un poco de la cámara. Ahora la tengo de espaldas a la cámara. El polo blanco le llega hasta la cintura, se le ve la parte final de la espalda y su pantalón caído deja ver apenas su truza blanca. Le pido que se quede así, que coja con ambas manos sus trenzas y que poquito a poco se dé la vuelta para mirar a la cámara. Ella lo hace y de inmediato hace un movimiento de cejas que muestra complicidad en sus movimientos. Le doy permiso de que hable a partir de ahora, lo que le provoque, eso sí, siempre hablándole a la cámara directamente, sin mirar a otro lado. Ella está de pie, mirando a la cámara, cogiendo una de las trenzas con su mano. Se rasca suavemente el vientre y sube su mano para acomodarse el sostén, me mira ruborizada por eso y se ríe de manera nerviosa. Se sonroja un poco y me dice: “no mires”.


escrito en algún día del año 2004. (en horario de oficina)