miércoles, 6 de mayo de 2009

sutileza

En este momento ella está parada frente a mí. Yo tengo la cámara encendida y ya le expliqué a ella lo que tiene que hacer. El término que debe marcar su comportamiento es “sutileza”. Todo lo que ella demuestre debe ser muy sutil. Luego, yo seré el que rompa la sutileza. Y tendrá que mirar a la cámara fijamente, siempre. Ella es una chica joven, no es muy alta, mas bien mediana. Está apoyada en la pared blanca que sirve de fondo a la imagen que estoy creando con ella. Viste un polo blanco de mangas cortas y con un cuello “V” que forma un escote, unos blue jeans holgados y zapatillas azules. Ella luce un poco nerviosa por algunos movimientos de sus manos y brazos pero, a la vez, en sus ojos se ve una seguridad que me ayuda a construir bien la escena. Su cabello es largo y rizado, de un color negro que hace un buen contraste con su polo blanco y la pared blanca. Mi intención es que no se reflejen muchos colores. Su piel no es muy blanca, no sé de qué color es, pero me gusta esa indefinición. Sus ojos marrones claros miran fijamente a la cámara tal como se lo he pedido. Ella no habla, solo mira a la cámara y se ríe, a veces. No puede hablar, hasta que yo se lo permita. Su principal acción es mirar y hacer movimientos con sutileza, un poco lentos y pausados, hasta llegar a un ritmo normal, nunca rápidos. Yo voy a tratar de no hablar mucho tampoco para hacer que ella se sienta mejor. Sólo le diré las palabras exactas, las que le indiquen lo que debe hacer frente a mi cámara, que está a dos metros de distancia de ella. No uso reflectores pues con la ventana abierta ingresa a la habitación la luz de la mañana. En esta habitación estamos ella, yo, mi cámara, un par de sillas y nada más.

Empiezo a grabar y ella está mirando fijamente a la cámara, el pelo caído sobre sus hombros, las manos firmes sobre sus piernas. Le pido que, en esa posición, cierre los ojos, luego los abra y sonría. Ella sonríe y yo también. Todo muy lento. Una mirada hacia el techo y poco a poco va bajando la mirada. Su cabeza baja hasta que su barbilla choca con su pecho. El cabello cae y le cubre toda la cara. Ahora lentamente con su mano derecha ella tiene que levantar su cabello y simultáneamente levantar la mirada y mirar a la cámara. Ella lo hace todo bien y se lo digo. Ella no se inmuta, y sigue con la actitud que le pedí para conseguir los movimientos sutiles. Ahora con ambas manos ella toca sus mejillas, va subiéndolas y posa los dedos de sus manos sobre la frente, bajándolos apenas para ponerlos encima de sus cejas. En ese movimiento pausado hace un ademán de taparse los ojos y tras mi indicación descubre para la cámara una mirada pícara que me hace sonreír. Sigue con las manos en la cara y las va bajando hacia las partes laterales de su cuello, las manos se van posando en la nuca y sus codos se sobresalen. Le pido que mire sus codos uno por uno y que despacio suelte sus brazos hasta poner sus manos sobre su cintura y posar con una mirada hacia la ventana, para que la luz se refleje en sus ojos. La dejo unos minutos en esa postura y aprecio la posición de su cuerpo. Un leve viento entra por la ventana, la despeina y hace que su polo se mueva, mostrando su ombligo y pegándose a sus senos. Se suelta la cintura y pone su mano derecha sobre su boca. La mano izquierda la deja suelta y por momentos mueve los dedos golpeteando sobre su muslo. La mano derecha la estira hasta que su dedo medio toca la punta de su nariz. Luego recoge sus dedos y posa el dedo índice sobre su labio inferior, lo roza de lado a lado y lo baja un poco mostrando los dientes. Le pido que detenga su dedo índice sobre la comisura del lado derecho de su boca y que pose la mano izquierda sobre su escote, enganchando uno de sus dedos en esa abertura del polo. Detengo la cámara para traer una de las sillas. Ella descansa un momento de la postura que le he pedido y toma un vaso de agua. Luego de un par de minutos, pongo la silla que traje pegada a la pared y le pido que se siente con las piernas flexionadas y apoyando sus pies sobre la silla y con las manos agarrando sus rodillas. Así lo hace, mira la cámara y sonríe, tras mi indicación. Le pido que pase sus manos por sus piernas hasta llegar a sus pies, muy lentamente. Una vez que sus manos se posaron en sus pies, ella tiene que desajustarse los pasadores de las zapatillas, de modo pausado e intercalando la mirada a la cámara con la mirada hacia la zapatilla que se va a desajustar. Una vez que se desajusto ambos pasadores le pido que baje sus piernas y las ponga sobre el piso. Ella se saca las zapatillas y se queda con las medias blancas puestas. Sentada en la silla le digo que se estire sobre ella, alzando los brazos y alargando las piernas lo más que pueda. Mira a la cámara y emite de manera natural un pequeño bostezo que la hace cerrar los ojos. Le digo que se quede con los ojos cerrados, que no los abra y que se mantenga echada sobre la silla. Así en esa postura, le pido que meta las manos en los bolsillos de su blue jeans, abra los ojos y mire nuevamente a la cámara, reflejando en sus ojos el misterio de lo que guarda en esos bolsillos. Esa acción se realiza lentamente hasta que le pido que saque lo que tiene guardado y saca un chicle de su bolsillo. Sonríe. Se acomoda en la silla, adoptando una postura natural sobre ella, y empieza a quitarle la envoltura al chicle para comérselo. Se lo come y empieza a masticarlo, suavemente, mientras le pido que mire a la cámara y juegue con su cabello. Ella estira su pelo con sus dedos y decide hacerse unas trenzas, sin que yo se lo pida. Se hace las trenzas y al mismo tiempo hace globos con el chicle que come y mira a la cámara. Ha cruzado las piernas y se pone seria cuando ya está terminando de hacerse las trenzas. Ella se está desenvolviendo mejor y aporta ideas para las imágenes que grabo. Le da la vuelta a la silla en la que está sentada y se sienta en ella con el respaldo hacia el frente. Apoya sus brazos entrecruzados sobre el respaldo de la silla y hace un segundo globo con el chicle, luego mira a la cámara y guiña el ojo izquierdo. Ella posa sus dos manos sobre los lados de su cara, las coloca debajo de su mandíbula y deja caer el peso de su cabeza sobre ellas. Mira hacia el techo y baja la mirada lentamente reflejando una actitud pensativa. Se rasca la cabeza y se pone de pie al lado de la silla. Le pido que se siente en el suelo apoyando su brazo en el asiento de la silla, recostando su cabeza sobre el brazo que apoya y mirando hacia abajo por un momento breve. Detengo la cámara por un instante para que descanse. Ella me pide que le enseñe las imágenes que hasta el momento grabé, pero me niego porque le digo que se las mostraré todas al final de la grabación. Ella asiente y retoma su última posición para seguir grabando. Está sentada en el piso al lado de la silla y ahora yo le pido que se siente con las piernas flexionadas y cruzadas. Se toca los pies y lentamente se saca una a una las medias que está usando. Apenas se las quita las lanza lejos del lugar y se ríe coqueteando con la cámara. Sus pies son delgados y finos, sus dedos son chiquitos. Se pone de lado y abraza por las rodillas sus piernas flexionadas, mira a la cámara y le digo que se ponga de pie y se acerque a la cámara y que toque el lente con su mano, muy lentamente. Hace eso con el dedo índice y medio y yo sólo contemplo sus movimientos. Ahora ella está a un metro de la cámara. Hago un plano cerrado de su rostro y le pido que no se mueva y que mire a la cámara sin parpadear, y que poco a poco empiece a abrir la boca, muy lento, simulando que va a gritar, hasta abrirla totalmente. No puede evitar parpadear y al hacerlo se queda con los dos ojos cerrados, entonces aprovecho que ella hace eso para pedirle que ajuste los párpados cerrándolos con fuerza, no queriendo ver lo que hay. Cierra la boca de un solo golpe y se retira un poco de la cámara. Ahora la tengo de espaldas a la cámara. El polo blanco le llega hasta la cintura, se le ve la parte final de la espalda y su pantalón caído deja ver apenas su truza blanca. Le pido que se quede así, que coja con ambas manos sus trenzas y que poquito a poco se dé la vuelta para mirar a la cámara. Ella lo hace y de inmediato hace un movimiento de cejas que muestra complicidad en sus movimientos. Le doy permiso de que hable a partir de ahora, lo que le provoque, eso sí, siempre hablándole a la cámara directamente, sin mirar a otro lado. Ella está de pie, mirando a la cámara, cogiendo una de las trenzas con su mano. Se rasca suavemente el vientre y sube su mano para acomodarse el sostén, me mira ruborizada por eso y se ríe de manera nerviosa. Se sonroja un poco y me dice: “no mires”.


escrito en algún día del año 2004. (en horario de oficina)

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