y así se desestima la pretensión azul, tan duradera y limpia como la imagen que le diste. entonces lo que toca es bailar y ocupar toda la pista sin parar de moverse. el mes anterior no hubo danza a pesar de que usaba los zapatos bien lustrados con betún y debidamente amarrados. la música sonaba fuerte y era ciertamente tormentosa. los sonidos agobiantes, el palpitar de un corazón que late igual que el instrumento de percusión, la voz que sale gruesa para debilitarse luego de que transcurren las palabras y las frases, que se las lleva el viento húmedo de esta capital. cuando apeló al sentido común pudo ver que no era común sino que era como un sinsentido inapelable. ahora que posa los dedos sobre este teclado para escribir y dibujar las letras blancas sobre el fondo negro, solo agradece. porque así se lo dijeron cuando se hallaba sentado en el sillón verde, como si fuera una felicitación por haber sido capaz pero no capazo, por haber podido estar. los ojos siempre abiertos y la creatividad saltando, como es habitual, saliéndose por los poros, sin embargo, difícil de ser expresada en todo momento porque la mesa de madera estaba rodeada de pocas sillas. ahora que el calendario ha desplazado los días hacia atrás, va a empezar el baile de las letras, aparecerá el espacio para que las ideas se plasmen y puedan ser vistas, estén o no estén bien puestas, quieren pararse en la esquina, en ese rincón formado por las dos paredes blancas que se intersectan y desde ahí, solo moverse como en un baile unitario, sacudiendo todos los huesos del esqueleto y luego de eso, estirar la mano derecha y pegar la mano izquierda en el suelo y ya, al fin, con esa postura abandonar el marasmo.
Crítica #902: LA GATA QUE SE COLÓ EN MI SHOW
Hace 2 horas.
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