entré al baño porque iba a bañarme. salí del baño porque terminé de bañarme, entras seco y sales mojado. luego te secas. bien seco y bien limpio. huele bien, el jabón y el champú cumplieron su función y te dejaron aseado. es verdad que un duchazo te refresca, percibes otra sensación ante la vida. ahora claro, si dejas huella de que te has bañado en el baño, es decir, si has mojado el suelo o las paredes, pues entonces cumple con secar eso también. a mí no me gusta mucho secar ni secarme. me gusta bañarme y dejar las cosas desordenadas. aunque eso no es tan claro, porque el orden implica que uno deje las cosas en su lugar, como por ejemplo sucede con el jabón. el jabón, esa linda barra de jabón de tocador, debe estar colocado precisamente en la jabonera. no cabe otro lugar, no va en el suelo, porque lo pisa uno y se resbala. y el jabón, esa pastilla química que nos ayuda a sacar la suciedad de nuestras manos y cuerpos, debe ser utilizado con criterio. no echarse agua con jabón en los ojos porque se enrojecen. yo pongo el jabón en su sitio, aunque debo confesar que lo saco de la jabonera de la ducha para usarlo en el lavabo cuando en éste no hay ningún jabón. lo más fácil sería contar con dos o más jabones en el baño, pero no siempre se puede disfrutar de ese lujo. el jabón se traslada, es de fácil desplazamiento. el jabón no se mueve solo, aunque huela muy rico. difícilmente el jabón cobra vida, por ello siempre debes llevarlo contigo cuando vas a usarlo. el jabón es tuyo y mío y es inmóvil. es rosado o celeste, es camay o lux. el jabón y tú forman un complemento perfecto a la hora de la limpieza corporal. no lo abandones nunca jamás. él y su espuma siempre te esperarán para acompañarte. échale agua no más.
Crítica #902: LA GATA QUE SE COLÓ EN MI SHOW
Hace 3 horas.
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