lunes, 14 de noviembre de 2005

ROMPEMUELLES

Es de noche. Estoy parado sobre el rompemuelle. Y me quedo aquí de pie, en este pequeño abultamiento de la pista. Levanto mis brazos hacia el cielo. Me estiro. Espero a que pase un carro por esta pista pero no pasa ninguno. Me quito los anteojos. Veo solo luces borrosas. Escucho a dos personas que pasan caminando por la vereda, pero no las puedo reconocer. No las distingo. Sin los anteojos no veo casi nada. Más aun siendo de noche. Miro hacia el cielo, y solo noto una profunda oscuridad. Si hay estrellas, no puedo apreciarlas. Sigo parado sobre el rompemuelles. Esta no es una superficie plana. Pero me mantengo equilibrado. No pasa ningún carro. Y si pasara, tendría que desacelerar para que el rompemuelles no le malogre la amortiguación. Además, tendría que frenar para no atropellarme o para mirarme y de repente preguntarse qué es lo que hago yo parado en el rompemuelles. Yo estoy acá esperando. No sabría decir exactamente a qué espero. No puedo seguir esperando. Acaso quiero recibir el día aquí, esperar que amanezca, que la luz de la mañana me ilumine aquí sobre el rompemuelles, aquí solo, solo y con mi miopía avanzada. No quiero eso. Quiero estar en mi sitio, en mi lugar, que no es estar parado sobre el rompemuelles. Respiro hondo. Veo lo que está a mi alrededor. Casas. Postes. Arboles. Jardines. Me bajo del rompemuelles y camino por la vereda. Regreso a mi casa. Ese es mi lugar.

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