El sueño que tengo es un sueño grande, a veces trato de no pensar en él, pero igual sueño. Y me digo, qué sueño, que tal sueño. Quisiera saber por qué tengo este sueño. Siempre sueño. Y con el sueño que tengo podría evadir la realidad y ausentarme por un momento del mundo, de la consciencia. Mi sueño es fuerte, es permanente. El sueño que pretendo conseguir y consumar me obliga a escribir y a describirlo. El sueño me condiciona y me lleva a concentrarme en él. Tengo un sueño que, cómo dije, es más fuerte que yo, me vence, me tumba, me gana la pelea. Qué sueño tengo. Y lo digo así en presente, porque tengo sueño, y no es un sueño, es el sueño. No podría decir que tuve un sueño o que tenía un sueño, o que he tenido un sueño. No. Sólo sueño. El sueño está en mi cabeza y no es un sueño de ideas, de sucesos, de momentos. Es un sueño que pesa, que estoy cargando y no lo libero. Sueño, qué sueño. El sueño se apodera de los párpados, vuelve flexible la rigidez del cuello. No es una pretensión fantástica de salir de la realidad, este sueño no busca eso, busca plasmarse, busca desarrollarse en mi organismo. Es sueño. Me pregunto para qué tener el sueño y no poder utilizarlo. El sueño tiene horas y esta es una de sus horas. Sin embargo, no puedo dejar al sueño ser sueño. Yo quisiera que el sueño se desenvuelva, se dé. Pero no ahora, aunque exista la necesidad y se sepa que este es el momento del sueño. El sueño que tengo es un sueño grande, pero mientras escribo, se va reduciendo. Ya no es tan grande. El sueño se difumina, se va esfumando, aunque existe, es. Vive en mi organismo. El sueño. Yo sueño. Tengo sueño. Tuve sueño, ahora tengo menos sueño. Porque estos minutos de la hora del sueño los he combatido escribiendo. El sueño es menos sueño ahora, pero más tarde regresará a enfrentarme y a buscarme. el sueño que me da y que me quito. no me quita nada, pero si me da el sueño, un sueño me da. El sueño que sueño que tengo.
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