lunes, 6 de agosto de 2007

evaristo

Evaristo llegó como todos los días lunes a su centro de trabajo. Llegó tarde, pero llegó. Inmediatamente se puso a trabajar. No fue a darle ninguna explicación a su jefe, ni tampoco a ofrecerle disculpas, porque siempre que llega tarde tiene la misma excusa y pues al jefe ya le cansa escuchar lo mismo. Evaristo se sienta en su sitio y escribe, no para de escribir. Estira sus piernas y abre los brazos cada media hora porque el médico quiropráctico se lo recomendó. En su Ipod escucha música clásica e instrumental. En estos momentos, Clayderman por ejemplo. También le gustan escuchar himnos nacionales de diversos países. Se ríe solo por momentos, cuando se descubre escuchando himnos y viendo a la recepcionista a través del bidón de agua. Evaristo va haciendo su trabajo con calma, escribiendo lo necesario para completar su trabajo diario. Ahora, cuando han pasado más de dos horas, a media mañana, Evaristo quiere hacer la pichi. Y se va al baño que queda cerca. A veces muy cerca, piensa. Nadie quiere trabajar cerca de un baño. Pero a él le tocó estar cerca de allí. Y cuando entró al baño, se llevó una sorpresa divertida: lo encontró a su jefe cagando. Y eso le alegró la mañana. No le dio ataque de risa, porque pudo contenerse. Supo en el mismo momento que entró y sintió el olor a caca, que alguien estaba cagando, pero cuando miró bien y vio los zapatos, reconoció a su jefe en plena "faena defecante". Evaristo hizo la pichi en el urinario, se lavó las manos, regresó a su sitio y se quedó sentado un rato, no sabiendo si reirse o no, contárselo a alguien o quedarse callado. Quiso confirmar que efectivamente era el jefe, y Evaristo pasó los siguientes minutos mirando a la puerta del baño para saber quién era el que salía. Entonces, mientras ello ocurría, un señor de aspecto serio vino a buscar al jefe porque tenía que conversar urgentemente con él. La recepcionista le dijo que el jefe no estaba, porque había ido a una reunión. Evaristo se empezó a reir, tratando de que nadie lo viera. Escondió su cabeza detrás del monitor de la compu y se cagó de la risa. Luego de unos minutos, el jefe salió del baño, sonriente, se acercó al señor que lo buscaba y le estrechó la mano con la que hace pocos instantes se había limpiado el culo y se fueron a charlar con urgencia sobre cuestiones de trabajo. Evaristo sigue trabajando escuchando el himno de Brasil, e imagina que esta presenciando un partido del mundial de fútbol.

Este post es auspiciado por las galletas de Stefany Nutrilight y el agua Demesa.

1 comentario:

Unknown dijo...

que interesante eso de escuchar himnos