oye huevón

Oye huevón, a veces no te ha pasado eso de que quieres comer sin que te importe nada más, sin pensar las repercusiones de lo que te metas a la boca y se deposite en tu estómago. O acaso no te ha pasado huevón que quieres echarte a dormir y no estar pendiente de a qué hora debes levantarte. Claro que sí huevón, también te ha pasado seguramente eso de que quieres ponerte a caminar y dar vueltas por la ciudad y ver qué cosa te puedes encontrar en la calle, que muchas veces nos sorprende tanto. Oye huevón, no sé, pero es tan fácil encontrar la diversión muchas veces, en los lugares menos apropiados. La mecánica ridícula de la atención al cliente en las agencias bancarias, por ejemplo. Y de seguro te ha pasado huevón, que quieres cagarte de la risa de la situación más seria, porque simplemente no entiendes qué es lo que pasa o sientes que esa situación está asumida como normal, cuando de pronto, al detenerte a observar notas que es de una insanidad perturbadora. Oye huevón, tampoco me vas a negar que no te parece lo máximo a veces ponerte a gritar y decir palabras que te guardas por moderación. De hecho huevón que te gusta hacerte el huevón y esquivar alguna responsabilidad con el único fin de rascarte la panza o de endilgar esa carga a otro huevón. Sin embargo, claro que te ha pasado huevón, que alguien en tu trabajo te pide por favor que arregles el texto que le habías enviado por correo electrónico, de acuerdo a las correcciones que aparecen resaltadas con amarillo chillón. Y ahí sí huevón que tienes que concentrarte. Esas cosas pasan.