mis ojos son dos y son rojos. de un tiempo a esta parte cada uno de mis ojos mira en direcciones diferentes. pero se enrojecen igual, de la misma manera. se irritan al mirar situaciones irritantes aunque algunas no lo son tanto, mas bien resultan siendo situaciones agradables. lo que sí es cierto es que no puedo enfocarme en una sola visión. le pregunto a mi ojo izquierdo qué desea ver y no me responde, mientras que mi ojo derecho pide la palabra y me dice que quiere ver hacia arriba. entonces decido que así será y que mi ojo izquierdo verá hacia abajo.
ya con las direcciones de mis miradas establecidas, salgo a la calle para ver cómo serán las cosas a partir de ahora. mi ojo izquierdo que mira hacia abajo registra todas las piernas y los pies de la gente, los huecos de las veredas y las pistas, los jardínes y los pisos de madera. gracias a mi ojo izquierdo podré mirar bien la superficie por donde camino y no tropezarme ni caerme. en el caso de mi ojo derecho que mira hacia arriba, podré ver los aviones, los edificios, las torres, los puentes, el cielo gris y quizás también, en esa posición a mi ojo derecho le entre el agua de la garúa invernal limeña. ese ojo podrá estar pendiente de que ningún objeto volador o algún albañil que construye edificios me caiga encima, podra a su vez revisar los techos de las casas para encontrar algún insecto volador o ver si un foco se ha quemado.
llego a la conclusión, sin embargo, de que con estas nuevas direcciones de mis miradas no podré mirar de frente a nadie. al menos así, no podrán notar lo rojos que están mis ojos.
ya con las direcciones de mis miradas establecidas, salgo a la calle para ver cómo serán las cosas a partir de ahora. mi ojo izquierdo que mira hacia abajo registra todas las piernas y los pies de la gente, los huecos de las veredas y las pistas, los jardínes y los pisos de madera. gracias a mi ojo izquierdo podré mirar bien la superficie por donde camino y no tropezarme ni caerme. en el caso de mi ojo derecho que mira hacia arriba, podré ver los aviones, los edificios, las torres, los puentes, el cielo gris y quizás también, en esa posición a mi ojo derecho le entre el agua de la garúa invernal limeña. ese ojo podrá estar pendiente de que ningún objeto volador o algún albañil que construye edificios me caiga encima, podra a su vez revisar los techos de las casas para encontrar algún insecto volador o ver si un foco se ha quemado.
llego a la conclusión, sin embargo, de que con estas nuevas direcciones de mis miradas no podré mirar de frente a nadie. al menos así, no podrán notar lo rojos que están mis ojos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario