Fue un día del año 1995 en el que me dieron unas ganas de gritar como nunca antes en mi vida. Que bestia. No solo ganas de gritar, ganas de correr, de escapar. Estaba en un aula de estudios generales letras. AAAAAAAAAHHHH!!! Pude haber pateado la carpeta y largarme puteando. Mis ojos se abrían, mi cuello se ponía durazo, tensaso y sentía un vacío maleado en el estómago. La primera persona que se me cruzara hubiera querido no cruzarse conmigo, porque le iba a gritar de todas maneras.
Y yo quiero gritar siempre, para que escuchen. Palabras, música, ruidos... no sé que, pero escucha. Abro la boca, abro los brazos, piteo. ESCUCHAME, no me calles, no me digas que baje la voz. Puta madre, yo quiero hablar y decir y seguir, y cagarme de la risa, y guardarme los silencios para ciertas épocas personales, para ciertos momentos escogidos, a solas o contigo. Siento que en el abdomen, en la garganta y en la cabeza tengo gritos escondidos, atorados, y risas que se filtran, que están esperando que les abra la puerta (o mi boca). Pasen por la garganta, mis queridos gritos y sean expulsados, pero con furia, con fuerza, con vehemencia. Un grito de una gran magnitud, y unas risas inconmesurables. Mis risas personalizadas, bulleras, guturales, escandalosas. Porque si no te gusta o si te jode que haga bulla, te grito CARAJO!!!! AAAAAAHHHHHHH!!!!!.
En el 2007 sigo gritando, nada de SHHHH!!!
Crítica #902: LA GATA QUE SE COLÓ EN MI SHOW
Hace 6 horas.
2 comentarios:
esto parece mio
que me dejen ser ah!
además la gente ya no grita tanto, no se expresa, ahhhhhhhhhhhhhhhh
porque necesitas gritar si cuando se habla bajito las personas nos acercamos màs.
Saludos.
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