sin raya

Ayer escuché tres veces en diferentes lugares y circunstancias la frase: “te quedas sin raya”. Dicho ello como la consecuencia de estar sentado por largas horas. “Uy, tantas horas viajando en el bus de Piura a Lima, te quedas sin raya”, escuché en la combi a un par de chicas que dialogaban en voz alta en el asiento de atrás. Luego, por la tarde, escuché la misma frase en una bodega mientras compraba una inca kola personal (“helada por favor”). “Asu, todo el día sentado acá atendiendo, te quedas sin raya”, le dijo una señora al hombre que trabajaba despachando los productos en la bodega. Y por la noche, cuando salía de la oficina de regreso a mi casa, el vigilante me abrió la reja y me dijo: “Ya te retiras. Sí, cansado. Claro, además, de tanto chambear sentado, te quedas sin raya”. En ese momento me dio un ataque de risa, sentía que esa frase se repetía en mi cabeza incesantemente. A pesar de que estaba con el discman en volumen siete escuchando a Isaac Delgado, la bendita frase sonaba como si me la estuvieran leyendo. Peeeeeero, NO ES VERDAD, nadie se queda sin raya. Estoy seguro de eso. Al menos yo no, ya me vi.