agua de mano

Dáte cuenta de esto, mientras mantengo la mano debajo del caño. Me voy mojando la palma, los dedos y las uñas, siento como el agua invade toda mi epidermis, toda la textura de la piel de mi mano se transforma y cambia de color. Es el agua que ocasiona esas reacciones. Está fría, muy fría y trato de asirla, trato de entender por qué se forman algunas gotas de agua y se ven como partes de mi mano, como partes de mi piel que se empiezan a desmembrar de ella. No toda el agua discurre, hay una poca que se me queda pegada. Muevo la llave con la otra mano, que está seca, para que caiga el agua con mayor fuerza y la sensación es más agradable. Parece que mi mano se iluminara con el brillo que el agua le proporciona. Mis dedos se mueven felices dejándose tocar completamente por el agua. Pero mi mano no se lava, no estoy limpiándome de nada, aunque el agua tenga la propiedad de quitar la suciedad y las impurezas, en general. Ahora he reducido la fuerza del agua cerrando un poco el caño con mi mano seca, que es la izquierda. Imagino que esta mano mira a la otra, mi mano derecha, con cierta envidia. O quizás la mira de manera burlona al verla toda mojada. No sabe que la sensación que experimenta al recibir tanta agua es exclusiva para ella y que ni siquiera una gota le caerá para que se deleite de la misma manera que mi mano mojada. La envidia de la mano izquierda puede más que sus ganas de burlarse y de un solo movimiento cierra el caño y deja de caer el chorro de agua. Pasan unos minutos y la mano derecha aún sigue mojada, aunque empieza a secarse con el aire, se ve húmeda y rosada, algo hinchada y con ciertos pliegues en su piel. La mano izquierda desea que la derecha la abrace, se junte con ella y le contagie un poco sus sensaciones luego de este baño de agua en chorros de caño. Parece que lo va a pensar.