Me llevé los panes. Me los comí. Caminé. Me subí. Llegué por atrás, camine por la vereda vacía. El señor me vió pasar. Me vió porque me escuchó caminar. Llegué y entré. Miré a los lados, subí las escaleras. Me detuve. Miré los afiches, uno por uno, como tocándolos con los ojos. Terminé y seguí subiendo. Más escaleras. Encontré una vitrina, la contemplé. El vigilante me llamó la atención pero pude rehuirlo. Luego de unos minutos bajé por las mismas escaleras. Entré al baño y luego de quince minutos salí de ahí. Caminé hacia fuera, escuché los gritos. Mucho ruido. Luego silencio. Caminé de regreso por la misma vereda por la que vine. Empezó a garuar. Se me mojaba la ropa. Corrí. Me detuvieron en la esquina. Y los detuve yo también. Me subí de nuevo. Me quedé parado, sin decir nada. Esperé un rato. A los pocos segundos, me senté. Flexioné las piernas, me paré de nuevo. Corrí con mucha velocidad y cruce la pista. Como un loco caminé hacia la casa. Golpeé la puerta, apretujando a la señora. Ella me reclamó con un quejido, pero yo ni siquiera volteé. Caminé dando pasos con vehemencia, como intentando hacer huecos al pisar. Llegué a mi destino.
¿ahora te das cuenta de todo?
1 comentario:
Solo terbgo q decir... noseas locooo
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