Hay ratos en que la TONTURA me invade y llego a escribir cosas que no quiero o que después de leerlas pienso que fue un error escribirlas. Sobre todo porque tú que las leíste ya empezaste a reflexionar sobre ellas. Leíste y te reíste. O sea, todo está completo. Ese sería el efecto deseado. No pues. En algunos casos, prefiero que no te rías. Porque la risa comprueba la invasión de TONTURA que padezco. Y me pregunto si luego de la risa y de esa comprobación, todo cesó. O si en el peor de los casos el recuerdo permanece y se mantiene pasivamente en la memoria del lector hasta que vuelva a leer otra cosa escrita y se ría recordando. Todo, obviamente, se encuentra fuera de mi voluntad. Son reacciones que yo no puedo manejar. El extremo de lo “inmanejable”. Como sentarse en el asiento de un carro sin timón. Miro por el parabrisas, eso es todo lo que hago. Y mientras la TONTURA no se desvanezca, podría seguir en el mismo plan.
A veces sólo me queda mirarme la cara en el espejo retrovisor.
Crítica #902: LA GATA QUE SE COLÓ EN MI SHOW
Hace 2 horas.
1 comentario:
tontura
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