Es una situación lamentable. De pronto llegas a tu casa y descansas. Pero quieres hacer algo más que descansar. Necesitas entretenimiento y para eso, prendes la computadora y te conectas a Internet. Revisas tus páginas web favoritas, escribes e-mails, ves videos, bajas música, juegas y chateas. Todo eso haces. La computadora está ahí, lista para funcionar y satisfacer tu necesidad (y tu vicio, tal vez) con todos sus programas y aplicaciones. Sin embargo, hay días negros, oscuros, nefastos, en los cuales te dispones a prender la computadora y ésta no funciona, no puedes usarla. Y te sientes fastidiado, triste, abrumado. Qué hacer entonces. Tu fiel compañera está mal y no tienes el remedio inmediato. Tienes que esperar. Como cuando un familiar está enfermo y te preocupas y lo atiendes y quieres que se recupere de inmediato, de la misma manera quieres que tu computadora prenda, porque quieres chatear ahorita, no mañana ni pasado, quieres hacerlo ya. Quieres ver videos, quieres leer blogs, necesitas mirar las fotos de tus amigos en el facebook, te urge bajar el último cd de tu grupo favorito y maldita sea, no puedes, porque a la compu del carajo no le da la gana de prender. Entonces, es cuando te das cuenta de tu absoluta dependencia, de tu completo enviciamiento a ese aparato frente al cual pasas gran cantidad de tu tiempo sentado, golpeando el teclado con las puntas de tus dedos, moviendo el mouse como un loquito para todos lados. Y siendo consciente de ello, sólo te queda esperar a que la bendita computadora vuelva a prender. Mientras tanto, mira la tele, lee un libro, escucha música o duerme. Todo será mejor el día de mañana y podrás iniciar sesión para que el alma te vuelva al cuerpo.
Crítica #902: LA GATA QUE SE COLÓ EN MI SHOW
Hace 3 horas.
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