lunes, 27 de junio de 2011

sentada en el suelo

estás sentada en el suelo frío, quieta, como si el suelo te diera paz. en cambio, yo estoy sentado en la silla roja, tibia, como si mereciera esa comodidad. te veo sentada, en calma, con tus piernas estiradas, las plantas de tus pies me miran pero tus ojos no. no sé qué miran, no miran nada pero a la vez parece que miraran todo. y me inquietan, me perturban en estos escasos segundos. la luz se enciende y la oscuridad desaparece. debo cerrar mis ojos un instante y sin verte siento que te paras y te mueves. estiras tu cuerpo, quieres tocar el cielo, llegar a lo más alto y bailas. abro los ojos de nuevo y te veo bailando, dando vueltas, casi alzándote para volar. y, efectivamente, vuelas. con tus brazos flexionándose, con los dedos de las manos estirados. y yo me acomodo en mi silla roja y me mantengo estático mientras tú luces completamente blanca y dinámica. soy incapaz de hacer lo que tú haces, no podría flotar, saltar y de pronto desaparecer. lo único que puedo hacer en este momento es estirar mi brazo, mis cinco dedos de la mano para ver si me elevo de la silla roja y transito imaginariamente por esta atmósfera. me dejo llevar por este breve instante y la luz se vuelve a apagar. de pronto cantas, escucho una dulce voz que se transforma en lamento, en quejido, en un grito de dolor. y sin que pase mucho tiempo, sucede que te ríes, suenan carcajadas, la risa posterior a la lamentación. se produce un silencio. de repente, la luz vuelve a encenderse acompañada del sonido del agua, gotas de agua que se convierten en fuertes corrientes de agua que todo lo invaden y mojan el suelo donde te volverás a sentar, lo sé. estás sentada en el suelo húmedo, calmada, reposando luego de aterrizar y efectivamente, el suelo te da paz y lo noto. yo, en cambio, aturdido, me recuesto en la silla roja, pongo mis manos sobre mi cara y sollozo.

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