esquinizquierda

En la esquina de la izquierda. Voy y vengo. Cuando voy digo siempre la esquina de la izquierda. Y me bajo y cruzo y camino y miro al fondo. Llego a la esquina. No se por qué tengo la sensación de que me miran. Varias veces me ha quedado mirando el señor del gorro.

(el señor del gorro es

el tipo malagracia de la bodega...

tiene bigote

y usa un gorro

que no le queda

y le hace la cabeza mas larga,

como si tuviera un cono sobre ella)

Bajar en la esquina de la izquierda me permite llegar a ti. Y verte. Que es lo más importante. Sentado una hora viajando miro y escucho. Hablo en voz baja y pienso en voz alta. Imagino posts e imagino cosas inútiles. Inútiles y negativas, porque así me dijeron y me hicieron creer. Pero he pensado y aprendido que no necesariamente es así. Qué bueno que haya estado equivocado. Gracias por enseñarme.

La mano izquierda escribe y dibuja. Que teclea y que agarra el cuchillo para partir el limón. La mano que me da y que toca. Y el dedo índice que señala y que de un solo toque genera el contacto. Lindo es ¿no?.

Vamos a caminar, a correr, a bailar y a saltar un banco del parque. Y a balancear el columpio. Escucho la música, es buena, es nueva, me quedo con ella. Sonrío y grito. Alharaca, ruido. Soy un escandaloso, ¿no te lo parece?. Mientras pueda hacerlo, daré clase de cocina imaginaria a los televidentes que existen en mi cabeza y que presencian involuntariamente lo que hago. No quiero aplausos, sólo risas. Porque no me gusta que aplaudan mientras se ríen. No, gracias.

Bajé en la esquina de la izquierda con el pie derecho. No podía ser al revés. Me quedé parado en la berma y miré bien a los dos lados de la pista porque así me enseñaron. Crucé, cruzo y cruzaré la pista. Esa pista, la pista, aunque a veces la cruce en verde. Me gustan las pistas porque pasa de todo. La pista asfaltada, la pista de baile y la pista que te doy para que adivines la adivinanza. Pero también me gusta la “pista” de “pista hut”...

Ya chao.