Paris

París. Llévame hasta París no más. Me miró por dos segundos y me dijo ya sube. Subí, eran pocas cuadras, en teoría. Pero yo no me dirigía a la calle París, sino a la ciudad de París. Pero eso no lo sabía el señor cobrador que me permitió subir. En la combi, con tantos pasajeros dirigiéndose a distintos destinos, yo quería ir a París, así que cuando la combi iba hacia el aeropuerto, le dije al chofer, con mucha autoridad, que tenía que entrar al terminal aéreo para ir a París. Pero los demás pasajeros protestaron. Eso a mí no me interesó. Hice las gestiones necesarias para que algún vehículo de transporte aéreo, pudiera embarcar a la combi con destino a París. Los pasajeros, el chofer y el señor cobrador no entendían lo que pasaba, se miraban extrañados, aunque hubo un par de pasajeros que estaban de acuerdo y se mostraban emocionados con la sola idea de viajar a Francia sin haberlo planeado y de manera gratuita. Uno por ahí estaba con su discman y se encontraba preocupado porque no había llevado suficientes discos y pilas para el largo viaje. Pero no importaba, a pesar de ello, la combi venía equipada con una radio con CD player. Así el viaje iba a ser ameno. La combi subió al avión a través de una rampa que yo también había gestionado. En un compartimento del avión, alejados de los demás pasajeros regulares de la aerolínea, iba la combi con destino a París. El chofer se miraba por el espejo retrovisor, el señor cobrador se encontraba sentado, mirando por la ventana, sin tener a quién llamar, sin que encuentre ningún sentido gritar la ruta o cobrar los pasajes. Ambos, chofer y cobrador ya no tenían ningún trabajo que hacer, mas que estar sentados como los demás pasajeros. Llamaban por el celular a sus casas, a sus familias, avisándoles que se iban a París. Se escuchaban discusiones y explicaciones de difícil comprensión para los interlocutores. Los demás pasajeros de la combi me miraban incrédulos y sorprendidos, como culpándome de algo y a la vez agradeciéndome. Allá vamos Francia.