Se lo dije de varias formas. Sutilmente y directamente. Y de cualquiera de las dos, siempre se negaba. Me daba excusas, que eran válidas, que yo las comprendía. Pero que de todas maneras me llegaban al pincho. ¿Por qué la respuesta que yo espero es impronunciable?. No me la va a dar nunca. Como dije hace poco, araño las paredes. Me quiero escabullir entre todos los árboles que han sembrado frente a mí para que no pueda acceder, para estar fuera de su alcance. Pero me arrebato y exijo, grito, vocifero, suelto las palabras que se me quedaban siempre guardadas por educación. Es que la educación debe ser relativa. Si hay un grado de educación, si reducen ligeramente el nivel de la educación que te demuestran, pues te comportas de igual manera. Y claro, se da cuenta de que no estás tranquilo o de que ya te hartaste de la indefinición y ahí sí que te dice aguanta, porque quiere seguir teniendo el control y mantener su postura vertical sobre ti. En este caso, ti es mi, o sea yo soy. Felizmente yo tengo la mente feliz y ya no soy capaz de renegar ni de lamentarme. Solo me río porque me doy cuenta de lo que termino haciendo sin pensar en lo que digo o escribo y cuando lo repaso me digo puta que bien huevón eres cómo dices esto, es tan pero tan estúpido. Ignorar, hacer silencio, me lo recomendó su alteza la vez pasada. No menciones lo que sabes que no importa allá afuera. Me debería sacudir como mi perro pero con mucha vehemencia y así mover las ideas para que al final y solo al final yo termine ladrando imponente y logre que sin pedírselo me muevan la cola.
Crítica #902: LA GATA QUE SE COLÓ EN MI SHOW
Hace 3 horas.
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